Mònica Ramoneda Rueda

 

LA LEYENDA DE TECÚN UMAN

“Antes, en Guatemala todos vivían bien y en paz. Todos cultivaban su maíz y sus frijoles; había grandes ciudades, con hermosos palacios y pirámides donde la gente se reunía. Pero un día llegaron los extranjeros, los españoles, los conquistadores. Los encabezaba Pedro de Alvarado y traían consigo caballos y armas de fuego. Alvarado ordenó matar a nuestro pueblo, incendió nuestras ciudades, destruyó nuestros pueblos, destrozó nuestros libros. Sí, es cierto. He oído que nuestros antepasados sabían escribir y que nuestra historia estaba escrita en muchos libros, pero Alvarado mandó prenderles fuego. Así también, hizo matar a nuestros reyes y a nuestros sacerdotes y se robó nuestro oro y nuestras joyas. Los que no murieron a manos de sus soldados, fueron obligados a trabajar para él y su gente. Pero no todos los hombres de esta tierra se rindieron. Uno de los que no lo hizo fue Tecún Umán. Mientras las mujeres y los niños se escondían en cuevas, él se enfrentó a los invasores al frente de un pequeño ejército que había improvisado. Pero estos hombres, nuestros antepasados, jamás habían visto un caballo, de manera que salieron corriendo cuando los vieron y sólo quedó Tecún Umán. Éste comenzó a pelear y un quetzal que brillaba como un rayo verde, rojo y azul a la luz del sol, fue hacia donde él estaba y empezó a volar en círculos encima de su cabeza. Era su espíritu protector que llegaba en su ayuda. Y lo hizo. De vez en cuando, en lo más recio de la salvaje pelea, el pájaro bajaba y picoteaba el rostro de Pedro de Alvarado. Sin embargo, la pelea fue una gran derrota para nosotros. Tecún consiguió herir al caballo de Alvarado pero éste le atravesó con su larga lanza. Tecún Umán murió de inmediato. Entonces sucedió algo de lo que aún hablan los herederos de los españoles, y que para nosotros los indígenas no es nada del otro mundo: se dice que cuando Tecún Umán estaba tendido en el suelo, el quetzal vino a posarse en su pecho y no se fue cuando los españoles se acercaron al cadáver. Pedro de Alvarado y sus hombres miraron con asombro al hermoso pájaro, lo tomaron en sus manos y lo pusieron en una jaula, pero, tan pronto como cerraron la jaula, el ave murió.


- ¿Por qué? – Preguntó Aschlop.

- Porque era el nahual de Tecún Umán; se dice que cuando fallece la persona con la que el nahual se relaciona, éste muere. Pero también sucede que todos los quetzales mueren si se les pone en jaulas.

- ¿Por qué?

Mateo, como el abuelo, dijo que porque el quetzal es el pájaro de la libertad. Sólo puede vivir en libertad”

 

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