01.09.05

ESTUDIO SOBRE LA VIOLENCIA SIN ROSTRO

Publicado en Biblioteca de Futuro, Escriben

Autor/a: Monica Ramoneda Rueda

Ficha del Artículo Original:
- Título: Las caras y las máscaras: una aproximación a la violencia popular
- Autor: Ernesto Guajardo
- Publicado en: Indymedia.org
- Idioma: Español

Resumen del artículo:
- Autora: Mónica Ramoneda
- Cargo: Periodista Digital
- Lugar: Barcelona

“Yo disiento. Peleo con el ministro que aparece en la pantalla de mi televisor. Critico la política económica en la intimidad de mi cocina. Yo resisto. Me convoco a integrar una marcha, autorizada o no. Escojo en ella la forma de manifestarme que me parece más correcta. Del disentimiento a la resistencia. Es decir, del espacio de lo privado a lo público; de la opinión a la acción material. (No me agotaré en deslindar las sutilezas que ligan lo público con lo privado o en explicar que la opinión puede ser una de las formas de la acción, ni tampoco referirme a las variadas formas que puede asumir la resistencia o el disentimiento)”, Ernesto Guajardo nos invita a viajar al pasado para mirar al presente, analizarlo, e intentar ver qué es lo que depara el futuro chileno.

RESISTENCIA Y VIOLENCIA / RESISTENCIA O VIOLENCIA

“Piedras, bombas incendiarias, rostros cubiertos, no son las formas de manifestarse, se señala desde las oficinas del Poder. No lo son, reitera el coro monocorde de la mayoría de los medios de comunicación”.

¿Y qué decir?, ¿Cómo reaccionar ante un conflicto que aplasta una sociedad?, ¿será que resistirse al halo sobrenatural del poder es sinónimo de violencia? Guajardo acerca el micrófono a varias voces y les pregunta cuáles serían las formas aceptables de expresar una disidencia y hacerla resistencia.

Leyendo el ensayo de Ernesto Guajardo, una se puede imaginar, tal vez, pequeñas conversaciones... Imaginemos, pues:

1ª conversación imaginada:

- ERNESTO GUAJARDO: El poder nos viene diciendo que un piedrazo es un ejercicio de violencia ¡Por supuesto que lo es! Pero tantos ejercicios ilegales e irracionales que nos vienen de arriba, precisa el mismo rostro, digo yo...

- NOAM CHOMSKY: Bueno... la resistencia puede ser emprendida, y así lo es muy generalmente, como un acto político. Un piedrazo puede ser una resistencia mal orientada; aunque...que esté mal orientada no significa que sea apolítica.

- ERNESTO GUAJARDO: Pero, el reconocer la condición de política a toda forma de resistencia, no obliga a definir rígidamente a las distintas maneras de expresarse en las manifestaciones.

- NOAM CHOMSKY: En realidad, carece de sentido hablar -como hacen muchos- de tácticas y de acciones a las que se atribuye el calificativo de ‘radicales’, ‘liberales’, ‘conservadoras’ o ‘reaccionarias’. Una acción no puede ser colocada por sí misma en una dimensión política plena. Puede tener éxito o no en la consecución de un fin susceptible de ser descrito en términos políticos

- ERNESTO GUAJARDO: Resumiendo, toda forma de resistencia es política y podemos evaluar su efectividad o pertinencia, según la relación que tenga con los fines que se propone alcanzar; no a partir de una definición estática, (la que tiende al establecimiento inmediato de juicios de valor: la violencia es mala, o buena, depende quien esté hablando; o elaboraciones taxonómicas, con sus tendencias a la rigidez, que no se compadecen con el desarrollo de los procesos sociales).

2ª conversación imaginada

- ERNESTO GUAJARDO: ¿Cuándo surge la resistencia? Creo que supone la reacción frente a algo, o un movimiento en favor de algo. En cualquiera de los dos casos, estamos ante las consecuencias de un conflicto.

- HABERMAS: Es evidente que el mandante político sospecha que se dan relaciones entre la crítica radical, la inquietud de la opinión público-política, las manifestaciones de masas, las protestas que toman la forma de violación simbólica de las leyes, los disturbios sin ninguna clase de objetivos y la violencia de motivación política....

- ERNESTO GUAJARDO: Entonces...uno puede suponer que la solicitud de una entrevista, una conferencia de prensa, una sentada en la vía pública o desnudarse en pleno Paseo Ahumada, (todo ello a rostro descubierto, obvio), podrían ser formas más soportables para la buena imagen de una democracia que todavía no se realiza en su definición mínima...

- HABERMAS: Creo que cualquier acto de resistencia, aún siendo una difusa y difícilmente aprehensible crítica que discute al Estado su legitimidad y desestabiliza la conciencia jurídica general, podría, por parte del halo del poder, verse como el primer eslabón en una cadena de acumulativa generación de violencia.

3ª conversación imaginada... un monólogo:

- ERNESTO GUAJARDO: “Hay quien sostiene que el establecimiento de un consenso nacional supone no sólo un acuerdo con respecto a las cuestiones de fondo, sino que también respecto a las formas en que éstas se encaran (discuten, negocian, confrontan). De este modo, por ejemplo, la actividad política puede llegar a identificarse exclusivamente con la actividad parlamentaria o la negociación sindical. Así, los sectores sociales involucrados quedan inicialmente marginados del debate, a no ser que deleguen su representación en otros, o bien que se expresen para ser considerados; expresión que debiera realizarse en las formas construidas y propuestas por el espacio del consenso... mmm... Sin embargo, visto así, tanto la supuesta comunidad de intereses, como las formas de relacionarlos o confrontarlos están dadas, ¿no? Por lo tanto, cualquier nueva forma que surja corre el riesgo de ser definida como inapropiada o “radical”... ¡pues vaya!... La discusión se centra, entonces, en las formas de acción, y no en las causas que las originan. Los mapuches no deben tomarse las tierras, se reitera una y otra vez. Pero, ¿por qué se las toman?, ¿por gusto? Ocurre que el establecimiento del consenso tiende a ocultar las causas estructurales del disenso. Y aquí no estamos hablando de platas más o platas menos, estamos hablando de las causas últimas que llevan a ese requerimiento. ¿Qué parte del Estado, o es su totalidad, la que falla, para que se produzcan las manifestaciones violentas?... en fin, que habría que indagar, obligatoriamente y siempre, sobre las condiciones generales de emergencia y presentación de un conflicto social”.

IDENTIDADES SIN ROSTRO (SE LOS ROBARON)

“Si creen que están en lo correcto, ¿por qué se tapan la cara?, fue el emplazamiento a muchachos encapuchados, por parte de una señora que marchaba rumbo al cementerio general, en la romería del once de septiembre".... Ernesto Guajardo nos cuenta esta anécdota (que tantas veces habremos oído por doquier) y sigue con otra:“Otra expresión de esta mirada es lo que ocurrió en la universidad privada ARCIS, cuando algunos de sus integrantes propusieron el lema: Yo doy la cara. (Que original no es, se corresponde con la campaña televisiva del gobierno de Aylwin, ¿la recuerdan?, esa donde salía John Lennon, Pablo Neruda y Mahatma Gandhi, inicialmente cubiertos por un pañuelo o un gorro pasamontañas -aquí me naufraga la memoria-, para luego quedar al descubierto. El lema era algo así como: ellos lucharon por sus ideas y no ocultaron su rostro”

Es decir, que los símbolos juegan un papel relevante. Un rostro cubierto en una manifestación es un símbolo. De muchas cosas, argumenta Guajardo:

- Es un símbolo de un recurso técnico: “Se le dice al Poder: he perdido la ingenuidad con respecto a tus intenciones; me protejo”

- Es un símbolo de un contra-poder: “Se construye, en el propio cuerpo, un territorio de poder, de un contra-poder -si se permite la figura-, en donde se desplaza al que se confronta, se le desaloja en el momento en que no se acepta la lógica formal del adversario, en el instante en que no se cree en su forma única de confrontación.

- Es un símbolo de representación de muchos otros: “La ausencia del rostro posee un efecto multiplicador: cualquiera de los allí presentes podría ser, y eso extiende aún más lo anterior, por cuanto inicia el proceso de construcción de una referencial identitaria que cualifica el gesto individual, y lo expande hacia el colectivo en el cual se ha generado.

- Es un símbolo que a veces se le ha girado en contra a la resistencia: “Tal vez recordar que la primera causal para aplicar la, legalmente caducada, detención por sospecha, se refería ‘al que anduviere con disfraz o disimulando su verdadera identidad y se negara a proporcionarla cuando ésta le sea requerida’. En el caso del encapuchado, el reconocimiento, o la interpretación del concepto de disfraz no es una sospecha; el propio cuerpo que disiente le señala al Poder que se ha disfrazado, lo hace explícito, manifiesto, como una proclama o un inmenso anuncio publicitario. Así, el Poder no tiene la necesidad de sospechar o dudar: se encuentra, efectivamente, ante un disfrazado, quien no se oculta a la mirada del orden, se enfrenta a ella, precisamente en ese ocultamiento, éste se realiza, precisamente, para destacar, para señalar”

EL GRAN ROSTRO OCULTO DEL PODER

¿Qué es esconde la violencia sin rostro?... esta era la pregunta inicial del artículo. Disculpen, pero me viene a la cabeza unos versos –lugares comunes, sí, pero me han venido a la cabeza...-:

¿Qué es la violencia sin rostro? / ¿Y tú me lo preguntas? / La violencia sin rostro eres tú....Y es que surge nítido, tan nítido, el Poder reprimiendo los símbolos que construyen otro discurso (“por lo tanto, otra dirección de acción posible y, eventualmente, otra manera de resolver los problemas”, añadiría Ernesto)...

Ernesto Guajardo se pregunta una y otra vez si acaso un orden económico como el chileno no es, también, violento... “así como la censura cinematográfica, o tantas otras violencias que se podrían inventariar en la actualidad de esta geografía; porque estamos hablando de una violencia que no se ejerce, necesaria y frecuentemente, con disparos o electricidad, pero que existe, y quienes la sufren o resisten lo saben mejor que nadie”.

Esta violencia de la que habla Guajardo es el gran rostro oculto del poder. Se puede leer entre líneas en muchas de las frases del artículo ‘Las caras y las máscaras’:

“La condición de legal / ilegal la define la autoridad”; “El sistema puede convertir lo punible en loable y viceversa, según se tenga encomendado o no el ejercicio de una puntual o sectorial represión”; “La ilegalidad de determinadas formas de lucha no sólo se determina desde un punto de vista jurídico, también se puede construir esta misma significación desde la moral o la política, incluso, desde la sicología, de ahí las adjetivaciones que, por ejemplo, intentan quitarle toda connotación política al uso de la violencia en las manifestaciones (Sólo son delincuentes, dicen los ministros. Y si no es la calificación, es la cuantificación: son grupos minoritarios, dice el presidente. Actos irracionales son, diagnostica el obispo)”

Y en la opinión pública se va gestando la astuta y tremendamente malévola diferenciación entre “violencias buenas y malas violencias”... “¿Será por ello que, en la actualidad, los organizadores de algunas marchas estructuran su propio anillo de seguridad interno, para evitar los desmanes de infiltrados, provocadores o exaltados?”, cuestiona Guajardo.

VIAJANDO LA HISTORIA

Ernesto Guajardo busca respuestas. Una posible manera de encontrarlas ha sido mirar la historia de Chile, y proponer una lectura de remanso, de nostálgico atardecer en la playa:

“La tradición de Chile ha sido el diálogo, la negociación, se dice. Y, bueno, es cierto, si nos olvidamos de los períodos de la Conquista; la Colonia; la Independencia; los ensayos constitucionales; todos los enfrentamientos entre liberales y conservadores, a mediados del siglo pasado; la Guerra Civil de 1891; los golpes de Estado en el primer cuarto de siglo; el Gobierno de González Videla y la historia reciente que todos conocemos. Sí, en realidad, nos deben quedar algunas decenas de vida nacional en paz, con el agravante de que no son años continuos. En fin, nada es perfecto”.

Mirando 1891:
“Por aquellos días, los periódicos clandestinos que hacían la propaganda revolucionaria con artículos dogmáticos y maldiciones en verso, pusieron de rabiosa actualidad la palabra Constitución. El vocablo de labio en labio, como si se hubiera intentado reunir en el modo de pronunciarla todo el respeto que guardaron por ella los estadistas de los primeros tiempos, desde Portales hasta Aníbal Pinto. El Presidente Balmaceda había violado la Constitución. Las huestes libertadoras del general Canto defendían los derechos constitucionales... Hubo campesinos de las provincias australes que se la imaginaron un templo donde se guardaban los estandartes tomados en la guerra contra el Perú y Bolivia, o las cenizas de Arturo Prat. Y los niños, que allá en su inocencia hacen más bellas las cosas, figurábansela una inmensa mujer de cabellos rubios... ¡Hermosísima! Aun escuché esta frase: ‘El Presidente Balmaceda se ha ido con todo el dinero que había en la Constitución’”.

(Comentario desde el presente: “El Poder no sólo necesita eliminar o neutralizar algunos símbolos. También requiere instalar los propios, aun cuando no siempre logre que todos comprendan su verdadero sentido)

Mirando 1925:
“Ibáñez no tuvo el inconveniente de los rostros cubiertos. Él se enfrentó a las banderas, bueno, no a todas, a una sola que le inquietaba. La bandera roja no puede usarse como insignia dentro del territorio de Chile porque ella simboliza la anarquía y el desorden, el libertinaje y los peores horrores; en consecuencia, los oficiales de todos los grados instruirán a su personal de estas actividades capitales porque ha llegado la hora de darle una batida a los que creyeron que Chile había perdido hasta su dignidad. En el futuro el personal de Carabineros procederá de hecho contra los manifestantes que ostenten banderas rojas y les impedirá toda clase de manifestación, procediendo a destruir esas banderas.

(comentario desde el presente: “¡Pobres banderas!, nunca en su metafísica textil imaginaron tanto alboroto por su existencia. Ya suficientes problemas tenían con la mitología de los toros, y ahora esto”).

En conclusión y desde el presente y para el futuro... “El salvajismo de sus procedimientos está pidiendo a gritos procedimientos iguales en respuesta. Entonces protestarán y bramarán, porque los asesinos de la clase dominante no permiten que nadie asesine, sino ellos; quieren tener la exclusividad. Y si el pueblo quisiera adoptar sus mismos métodos, si el pueblo aprendiera su lección, serían pocas las cárceles y los fusiles para castigar al buen discípulo”

¿QUÉ SERÁ EL PATRIMONIO CULTURAL?... ¿DE QUIÉN SERÁ?

Walter Benjamin sale citado entre el discurso de Guajardo: “Quienquiera haya conducido la victoria hasta el día de hoy participa en el cortejo triunfal en el cual los actuales dominadores caminan sobre los que yacen en tierra. La presa como es costumbre es arrastrada en el triunfo. Se la denomina patrimonio cultural”.

También se cita a Carlos Pereda: “Parte del botín que los poderosos dejan a sus herederos es el ‘patrimonio cultural’ en tanto ‘presa’ de triunfo. (...) En la escuela de lo sublime nos hemos habituado a pensar en el ‘patrimonio cultural’ como aquello que redime y reconcilia con los horrores y las miserias de la historia, no como un fragmento más de esos horrores y miserias”.

Y de estas citas, una conclusión llama a la reflexión: “Una presa. Eso es el patrimonio cultural. Pero una presa, no un cadáver. Una presa puede estar agónica, pero aún puede liberarse. Por eso es problematizante un rostro cubierto. Si no, mírese el caso de Chiapas”.

Haría falta entender que el patrimonio cultural no es universal para un país. “Mi patrimonio cultural será evidentemente distinto al del que haya resistido hasta aquí la lectura”, escribe Guajardo.
El tan mentado patrimonio cultural, la identidad, la idiosincrasia, la historia, será muy distinto para el campesino que trabajaba en la hacienda, que para el dueño de ella.

“Y si eso es más o menos obvio, ¿por qué se propone que existe una manera de hacer las cosas?, ¿una forma de expresar la disidencia?”

“En fin – se disculpa el autor- son demasiadas cosas, y no deseo abusar de tanta paciencia lectora, permítaseme sólo esto: si desean pasar por encima de los huesitos y negar nuestra historia, que es también la historia del país, háganlo, es parte de su lógica, pero no quejen”.

“El mañana, sin embargo, no necesariamente puede significar lo mismo para todos. Para unos el mañana puede ser la prolongación de una espera que, de tanto extenderse, se torna en natural. Para otros, el mañana es tarde, porque su última carta se la están jugando en el hoy”.

ERNESTO GUAJARDO

“Soy hijo de un ejecutado político. Eso no dice mucho, incluso el lector puede en este momento decir, súbitamente lúcido: ‘¡Ah, por eso...!’.”. Ernesto Guajardo nació en Santiago de Chile el 19 de noviembre de 1967.

Allí empezó su vida: “No se puede explicar muy bien qué es perder un padre a los cinco años, y la casa propia, y la noción de barrio o de estabilidad familiar. Contar que la impunidad, al menos para mí, es ver al cabo Fuentes cada vez que voy a comprar pan, en el pueblo donde aún vive mi madre”.

Realizó estudios de Bibliotecología y Documentación, y de Periodismo y Comunicación Social en la Universidad ARCIS.
Ha publicado Por la Patria (autoedición, 1989), Nosotros los sobrevivientes (Mosquito Editores, 1994) y Las Memorias (Red Internacional del Libro, 1996).
Sus poemas han sido publicados en revistas nacionales y ha obtenido diversas distinciones en concursos literarios.

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21:23:17

Memoria del futuro

Investigar, recuperar y comunicar la historia de las sociedades 'olvidadas', de las culturas orales y las realidades minorizadas, puede ser una herramienta para el desarrollo.

Analizar si el traspaso de la oralidad a la virtualidad es el camino más eficiente entre los dos tiempos –el de antes y el de mañana- es el "leit motive" de la MEMORIA DEL FUTURO.

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