Liderazgos indígenas en Ecuador: Cuando las elites dirigentes giran en redondo (2a parte)
Nos habíamos quedado en las primeras interpretaciones de la compleja disimetría entre sobreinversión política y empobrecimiento general de la población indígena de las comunidades. Seguimos, entonces; nos encontramos en los años ’90.
Contrariamente a las apariencias, la experiencia política reciente del movimiento indígena en relación con la elección y gobierno del actual Presidente Gutiérrez es una prueba espectacular de que el movimiento indígena ha llegado a un impasse histórico derivado de una inmadurez política difícil de superar en el corto y mediano plazo. El liderazgo indígena no está en condiciones de contribuir a la transformación profunda de un país sumido durante más de dos décadas en un endémico estado de crisis económica y de ingobernabilidad política. ¿Por qué? Porque el movimiento es víctima de su propia imprevisión: la mayoría de sus dirigentes habiendo subestimado en los años 80 la importancia del debate teórico y político, prefiriendo conformarse con una política inmediatista, de reivindicaciones al estilo de los pliegos sindicales, desprovista de designio estratégico viable.
Sin embargo, en esa época se debía dar respuesta a interrogaciones cruciales, de las cuales la más importante era la cuestión de cómo posicionarse frente a la mundialización y a la globalización, contestar a la pregunta de si las ventajas de desarrollo para los indígenas en un mundo internacionalizado podrían ser mayores que las que existieron en los períodos pasados de la historia. Esto significaba una reflexión que debería conducir a un mejor entendimiento de la realidad contradictoria de la globalización, de la constitución histórica de la economía-mundo, significaba no quedarse en la parte de las amenazas que esos procesos han comportado y comportan para cada país, sino interesarse por las oportunidades abiertas, imaginar la manera de insertarse en la nueva corriente de la historia, de construir algo nuevo potenciando la diversidad.
Como los líderes indígenas no se plantearon la cuestión de esta manera y se dejaron llevar por los apriorismos, cayeron en posiciones que van radicalmente a contracorriente. A partir de fines de los años 1980 y más precisamente a partir del levantamiento de 1990, el movimiento indígena liderado por la CONAIE, y desde 1996 también por el partido Pachakutik, se ha estado oponiendo tenaz y permanentemente a la internacionalización de la economía, a la introducción de capitales extranjeros y a la privatización de las empresas públicas.
1- COMPLICIDAD IMPLÍCITA ENTRE LIDERAZGOS INDÍGENAS Y ELITES
Un país que “quiere y no quiere”
En los hechos, aunque en el discurso se presenten como actores del cambio, consciente o inconscientemente los líderes de la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador) y también de Pachakutik han estado confortando un modo de funcionamiento que, aunque sea duro decirlo, revela la imagen de un movimiento indígena organizado que está en complicidad objetiva, o si se quiere en una "complicidad implícita", con las elites de la oligarquía y la burguesía del país, principales interesadas en que nada cambie en las tradicionales reglas del juego que le permiten reproducirse, medrar y mantener el control sobre la sociedad. Por desgracia, pues, el movimiento indígena, muy presente en la escena política desde comienzos de los 90, no deja de ser decepcionante para los pocos que creíamos a fines de los 70 y comienzos de los 80 que el desarrollo de un fuerte y autónomo movimiento político de los indígenas sería, entre otras cosas, un factor de “saneamiento” de la vida política ecuatoriana y de modernización del sistema democrático. Fue ésta una de las motivaciones que nos indujo a abrir un debate en esa época sobre la potencialidad política que representaba la valorización de lo étnico, la emergencia de un actor político indio y la dinamización de las comunidades.
Hay una gran lentitud, efectivamente, en captar las posibilidades abiertas, y ello se conjuga con otro handicap del liderazgo indígena, que consiste en no promover el desarrollo nacional en esta etapa de liberalización de las economías, pensando erróneamente que el período caótico de los frustrados reajustes estructurales podía confundirse con el triunfo del modelo neo-liberal deseado por las elites. La carta de presentación de Ecuador está a la altura de esta incapacidad de sus elites: un país en “crisis permanente”, un país "ingobernable", que vive un interminable "ajuste frustrado”, que “quiere y no quiere” hacer reformas. Tales expresiones reflejan objetivamente una realidad nacional que parece funcionar por inercia, muy simplemente porque la sociedad tiene su propia energía, y continúa su existencia independientemente de los políticos y de lo institucional. Si el liderazgo indígena se hubiera interesado en sacar conclusiones de la historia del desarrollo del país en el siglo XX, habría tenido elementos de reflexión como para plantearse de otra manera el futuro. Hubiera podido sacar enseñanzas de una historia que se repite. Lo que hoy ocurre es la misma mecánica de un atraso histórico ya conocido: al modelo latinoamericano de industrialización por sustitución de importaciones el Ecuador llegó con 30 años de retraso en relación con Chile, Argentina o México...
Las elites y el Estado como botín
El avanzar en círculo, característica propia al sistema político ecuatoriano, está particularmente bien ilustrado por dos autores que quisiera mencionar. Fernando Bustamante y Simón Pachano.
Para Bustamante, la reforma política, tal cual se debate y se estanca en Ecuador, puede ser leída como coartada. Este autor se pregunta “¿Porqué hemos debido inventar la coartada de la reforma política?, ¿Qué nos obliga a trazar todos los gestos de una voluntad de institucionalización si ella no es deseada?, ¿A qué oculta compulsión obedece que debamos decirnos palabras que sólo sirven para obturar la posibilidad de su consumación práctica?, ¿A quien o quienes debemos representar el simulacro?, ¿Quién es el público del simulacro, y qué le debemos para necesitar darnos frente a ese público el estatuto de simuladores?” Para Bustamante, lo que no cambia son los modos de reproducción del poder, los cuales se establecen fuera (o por detrás) del discurso y se repiten infinitamente.
Esta misma idea de la mitad oculta de la vida política, se encuentra desarrollada por Simón Pachano, quien la describe como un mecanismo operando persistentemente en el funcionamiento del sistema político: la "mitad oculta de la vida política" toma cuerpo en la lógica clientelar, que "está asentada sobre redes que se establecen al margen del sistema institucional, y que tienen altos grados de permanencia pero muy bajos umbrales de formalización. Por ello, el sistema político pasa a convertirse en un cascarón vacío, ya que lo fundamental del intercambio político y de la relación entre el Estado y la sociedad se produce fuera de sus márgenes”. Este trasfondo cultural procrea y alimenta una lógica clientelar que va a imponerse sobre la lógica de la agregación de intereses (que es la razón misma de la existencia de los partidos políticos) y sobre la afirmación del interés común. Las redes ocultas van a funcionarizar y pervertir el sistema político pues el mayor interés de los recién elegidos está en obtener rendimientos inmediatos, forma de satisfacer demandas particulares, formas de pagar el sostén electoral, sacrificando con ello la función de representación, que es la esencia de la institucionalidad, de los cargos de elección popular en la democracia.
Se trata entonces, según Pachano, de una informalización de la política que tiene como consecuencia un modo de funcionamiento particular, caracterizado por la impredecibilidad, la versatilidad y la discrecionalidad. Privilegiando estas relaciones informales, basadas en un alto grado de personalización, los partidos van como a la deriva, quedando al arbitrio de las circunstancias y sobre todo de la voluntad de los individuos que participan en ellos. En tales condiciones, exigir a los partidos coherencia ideológica y lealtad política carece de sentido.
2- CONSECUENCIAS DE UNA POLÍTICA CÍCLICA
Resultado: crisis económica permanente e ingobernabilidad
Hagamos un salto en el tiempo: 21 de enero del 2000, cae el presidente Jamil Mahuad y lo reemplaza el Presidente interino Gustavo Noboa. Los militares asumen claramente el rol de mediadores en la crisis, y queda por saber si en el mandato del actual presidente Lucio Gutiérrez, cabecilla militar de los insurrectos de enero, el Alto Mando va a jugar el rol de “protector” de la democracia, que se exime de asumir directamente el poder, prefiriendo hacerlo por persona interpuesta, táctica inteligente que bloquearía la privatización de las empresas bajo su control al mismo tiempo que apoyaría la liberalización en otros sectores de la economía y de la vida social.
En los hechos, el problema principal del Ecuador, que retroalimenta el modo "perverso" de funcionamiento del sistema político está en la imposibilidad del reciclaje económico, o dicho de otra manera, en la incapacidad de afirmar un nuevo modelo económico viable. Todos los avatares de la caótica política de estos años siguen girando en torno a la cuestión de la redistribución social, al mejoramiento de las condiciones de vida de los diferentes sectores ecuatorianos, pero eso es imposible porque no existen los mecanismos ni los instrumentos adecuados para inaugurar y consolidar un nuevo ciclo de acumulación de capital. Hace ya tiempo que deberían haber reemplazados los mecanismos e instrumentos de política propios del modelo anterior, hoy devenidos obsoletos.
El problema central parece ser entonces que las elites políticas, económicas y militares del país nunca han tenido gran prisa por hacer avanzar el modelo neoliberal de la economía, pues ello vendría a cuestionar seriamente el estatuto privilegiado de que gozan y el modo habitual de hacer ganancias. Según nuestra hipótesis, el verdadero peligro para las elites está afuera de las fronteras, en el mundo de los negocios internacionales, del capital foráneo que vendría a competir ventajosamente con los locales, que vendría probablemente a eyectar a algunos empresarios ineficientes de un mercado interno que todavía permanece "cautivo".
Un buen resumen del mecanismo del ciclo político fue hecho por Carlos Larrea en 1994: "EL ciclo político de la economía, aplicado al contexto ecuatoriano reciente consta de dos fases claramente diferenciadas. Durante la primera de ellas, los gobiernos implementan políticas macroeconómicas de ajuste estructural y estabilización….estas políticas precipitan un rápido desgaste del Ejecutivo. Durante la segunda fase del ciclo, en períodos preelectorales, las elites gobernantes buscan mermar su impopularidad y conservar al máximo su caudal electoral. Para obtener estos fines, revierten o desmontan las políticas macro-económicas, suspendiendo temporalmente el ajuste, y favorecen medidas expansivas destinadas a mejorar, al menos temporalmente, los niveles de empleo y de ingresos populares". El fenómeno es repetitivo siguiendo las sucesivas presidencias: a las medidas de "schock" tomadas en los primeros meses del nuevo gobierno, sigue el desmantelamiento de los mecanismos del ajuste, el gradualismo, o simplemente el abandono. Resultado: crisis económica permanente e ingobernabilidad.
Quid de la cuestión: el sistema electoral
Schuldt considera que el proceso del ciclo es particularmente importante en el Ecuador por el peculiar sistema de elecciones prevaleciente en el país desde 1984 hasta 1998, que elegía presidente de la República cada cuatro años, pero que además se acompañaba de elecciones intermedias cada dos años (parlamentarias y cantonales). En principio, este sistema, muy coherente con las características de la cultura política señalados anteriormente, tendería a generar ciclos políticos más recurrentes que en otros países, por el hecho de que en cada bienio se realizan elecciones generales: "Un gobierno que tiende a insertarse en la lógica del ciclo político, durante su período de administración del Estado de 48 meses, tiene alrededor de 27 meses, como máximo para realizar su programa y aplicar medidas de ajuste (en período de crisis). Por tanto, en el mejor de los casos, los 19 meses restantes estarían destinados a promover el ciclo político y a procesar la transición y entrega del poder"
Este método electoral ha logrado la neutralización del Estado nacional y con ello el bloqueo de cambios profundos en el país, principalmente impidiendo la consolidación de los nuevos mecanismos económicos y la inauguración de un nuevo ciclo de crecimiento. Por lo mismo, el sistema político ecuatoriano, no tiene nada que negociar con la demanda popular e indígena, salvo retirar el ajuste y mantener los bonos de pobreza. Es uno de los problemas: mientras mayor es el grado en que el Estado nacional se agota, menos tiene que proponer. Los movimientos sociales y, sobre todo, el movimiento indígena casi no encuentran interlocutor para elaborar un proyecto político. Esto podría interpretarse sin gran pena diciendo que con liberalización o sin liberalización las poblaciones indígenas ya no tienen nada que perder.
3- MOVIMIENTOS INDÍGENAS PRESOS EN LA "TRAMPA" DEL PASADO
La fuerza de la tradición
Parece como si los liderazgos indígenas hubiesen caído en la trampa del conocido movimiento “en redondo” de las elites, del cual no saben cómo librarse. ¿Qué pueden entonces esperar los indígenas de este funcionamiento "circular", cerrado sobre si mismo? Nada, sino actos repetitivos que tienen tendencia a transformarse en rituales y que por lo mismo sirven para afirmar la creencia de que la rutina de los actos colectivos puede sustituirse a la concretización de las reivindicaciones sociales.
Hay que decirlo claramente: el movimiento indígena de la CONAIE ha caído en la "trampa" de la anti-mundialización y de la anti-globalización, apostando su suerte a un modelo estatista que no tiene viabilidad, y por consecuencia a un Estado-patrón gravemente enfermo. Las causas son diversas y complejas y por lo mismo conviene evitar toda interpretación unilateral. Nosotros vamos a privilegiar un eje explicativo según el cual diversas fuerzas se conjugan para que el liderazgo indígena se mueva con dificultad en la siempre difícil negociación de pasado, presente y futuro. En términos políticos la apuesta de la CONAIE parece ser más por el pasado que por el futuro, más por lo conocido que por lo desconocido.
Por cierto, en una primera aproximación no habría que subestimar la fuerza de la tradición, en primer lugar la particular relación del indígena al Estado que parece haberse impuesto desde los años de la Ley de Comunas (1937), cuando los indígenas comenzaron a ver en el Estado un protector potencial frente al abuso de hacendados y curas. La fuerza de ese pasado parece determinar que, objetivamente liberados del patrón-hacendado y de cierta manera en ruptura con el “taita Dios” católico, los indígenas no puedan imaginarse completamente huérfanos y abandonados también por la fuerza tutelar del Estado. Convendría preguntarse si una vez desaparecida la vieja relación sujeto-patrón hacendado no fue el Estado quien pasó a llenar el vacío en el imaginario indígena. A partir de allí ¿Cómo vivir sin el supuesto nuevo patrón, sin el "taita" Estado? Éste aparecería como el sustituto indispensable o como el medio a través del cual se puede asegurar un modus vivendi relativamente inmutable.
Más allá del Estado está lo desconocido: lo único que se sabe del más allá de las fronteras es que no hay patrón internacional practicando el "paternalismo", y tal vez, de allí, ¿por qué no?, el miedo a los horizontes amplios, a los espacios de la mundialización y de la globalización.
El antiimperialismo: brújula de orientación
Ni la CONAIE ni el Partido Pachakutik lograron liberarse de las ideologías y de los paradigmas del pasado: el esquema clasista de interpretación de la realidad sigue gozando todavía de una fuerte adhesión entre los líderes de diferente nivel, particularmente entre aquéllos de la Sierra; el antiimperialismo sigue siendo una brújula de orientación y no solamente se denuncia el neoliberalismo y el reajuste estructural, sino el régimen capitalista mismo. En cuanto a la globalización, el movimiento indígena interpreta esta nueva realidad del sistema-mundo exclusivamente como una amenaza, que por lo mismo debe ser rechazada y denunciada.
La denuncia del capitalismo es antigua, lo nuevo es que se la acompaña de un rechazo de la noción misma de desarrollo a la cual los indígenas, paradójicamente, adhieren desde hace al menos 25 años. La demanda por acciones de desarrollo es permanente, y el hecho de que el discurso sea una cosa y la realidad otra muestra a las claras que el impasse actual conduce a los líderes a caer en contradicciones. A pesar de este discurso, la CONAIE estuvo muy de acuerdo en 1997 con la creación del Consejo Nacional de Desarrollo de los Pueblos Indígenas y Negros, como un organismo adscrito a la Presidencia de la República (gobierno interino de Alarcón). De este modo se creó un organismo estatal para el desarrollo de las comunidades muy directamente vinculado a la CONAIE, lo que de cierta manera corporatizaba su representación en el aparato del Estado.
La denuncia de la globalización y de la mundialización se confunde con la denuncia del capitalismo y ello tiene implicaciones prácticas sobre la política contingente. Este discurso es un discurso de ruptura sistémica y obliga a preguntarse por el modelo de sociedad con el cual sueñan los líderes indígenas, temiendo que no se trate de otra cosa que una pretensión de volver a las fracasadas experiencias del comunismo. En todo caso, la alianza con el presidente Gutiérrez, improvisada sobre un fondo de carencia de proyecto estratégico no soportó las críticas a la participación en un gobierno que se negaba a deslizarse hacia la izquierda; las presiones del núcleo “duro” hicieron insostenible la posición de los ministros en apariencia partidarios de una cierta flexibilidad política.
4- INTEGRACIÓN SOCIAL DE LAS CAPAS DIRIGENTES INDÍGENAS
Un fenómeno inédito
Para completar el cuadro de las fuerzas que “tiran hacia atrás” el movimiento indígena, es obligado abordar un tema que, no porque los analistas olvidan, deja de jugar un rol cada vez más importante en las opciones políticas de los liderazgos. Es la constitución de una clase dirigente en el seno de la sociedad indígena, formada de intelectuales, de cuadros políticos, de profesionales, y de técnicos que asumen el control de las múltiples organizaciones de diferente nivel que ha producido la dinámica étnica a partir de los años 1970. Su ascenso a niveles de responsabilidad en las organizaciones, y más generalmente su ascensión a las categorías sociales de clase media, se ha visto favorecida por la acción de las ONG y por los programas estatales, su incorporación a puestos en la administración pública, y su inserción en el sistema político parlamentario. Así, el Estado representa para los liderazgos indígenas un canal importante de promoción social, sobre todo en un período que se caracteriza por la estrechez del mercado del trabajo.
Se asiste entonces al fenómeno inédito en la historia del país, de la integración social de las capas dirigentes indígenas, las cuales están participando en el juego político tradicional, pero, y tal vez por lo mismo, sus perspectivas siguen ancladas en lo que fue el modelo anterior de desarrollo latinoamericano (Estado-empresario, sustitución de importaciones). Aquí aparece otra paradoja: los líderes denuncian el modelo neoliberal, pero se batallan en realidad contra un fantasma, porque en Ecuador ese modelo no existe a menos que se tenga mucha propensión a la caricatura; no existe muy simplemente, porque el país no ha podido consolidar los grandes equilibrios macro–económicos indispensables a un normal funcionamiento de la economía; existen tentativas frustradas de política neoliberal, rápidamente neutralizadas por los intereses y los hábitos políticos anteriormente descritos.
El juego político habitual despierta el interés de los líderes. La incorporación de ministros y funcionarios indígenas en los primeros meses del gobierno del actual Presidente Gutiérrez, mostró hasta qué punto la cuestión de la cooptación en el poder interesa a las elites indígenas. El reparto de puestos no estuvo claro y se desataron roces por varios nombramientos. El inicio del gobierno nació marcado por la inconformidad. Desde el mismo 15 de enero del 2003, los dirigentes indígenas que no ocuparon cargos gubernamentales se mantuvieron muy críticos con el régimen, a tal punto que se les podía considerar como en la oposición. Curiosamente, los ministros salidos del partido Pachakútik no se sumaron a la ola de críticas que provocó el pacto con el Fondo Monetario Internacioinal y tampoco criticaron personalmente al Presidente.
Movilidad ascendente de los líderes y riesgo de desagregación
Al mismo tiempo que el liderazgo indígena se instala en la escena política y consolida posiciones sociales, se hacen visibles discrepancias que obedecen mucho menos a diferencias de análisis o de concepciones estratégicas que a perspectivas individuales o de redes de interés.
Una mayoría de los miembros del Comité Ejecutivo de Pachakutik firmó una Alianza con Sociedad Patriótica, el partido de Lucio Gutiérrez, acuerdos que del lado indígena fueron improvisados y por lo mismo no podían ser sino de una gran generalidad, dejando amplio espacio a la ambigüedad. Sí, una vez más hubo improvisación frente a un evento de tanta importancia como las elecciones presidenciales: la alianza del partido Pachakutik con el candidato Lucio Gutiérrez fue improvisada simplemente porque a ese propósito la CONAIE vivía un conflicto interno derivado de intereses personales de algunos líderes: por un lado soportó la presión permanente de Antonio Vargas y de un cierto grupo de indígenas desertores que lo siguieron y que se cobijaron bajo las filas de los Amauta Jatari (evangélicos) para ser postulado como candidato presidencial. Por otro lado, la candidatura de Auki Tituaña con más apoyo organizativo y con más opción popular. Ante esto, la CONAIE para no quedar mal con la candidatura de Antonio Vargas, de no postularlo oficialmente como CONAIE y Pachakutik, decidió no ir con candidatos indígenas a las elecciones presidenciales.
5- PLANTEAMIENTO DE ALTERNATIVAS
Vista la incapacidad del sistema político nacional al cambio "desde adentro", y de su incapacidad para crear las condiciones de estabilidad necesarias a un relanzamiento de la acumulación de capital que permita ver con optimismo la disminución de la pobreza, particularmente en las zonas indígenas, asegurando al mismo tiempo una relativa gobernabilidad democrática, la CONAIE y Pachakutik no tienen sino dos alternativas posibles.
- La alternativa viable, es decir con futuro, sería la de tensionar sus fuerzas en un viraje radical de rumbos, que sea como “una apertura de puertas y ventanas” destinada a oxigenar la vida política y económica del país, puesto que los cambios no pueden venir sino por la acción de factores externos. Esto quiere decir que los líderes toman conciencia de su complicidad objetiva con las elites dominantes para retardar los cambios, animan un debate a fondo sobre la necesidad de exigir la liberalización de la economía del país, la rápida privatización de las empresas del Estado y la necesidad de medidas favorables a la entrada de capitales extranjeros en las empresas productivas y en los servicios. Se puede fácilmente comprender que tal viraje no va a venir de la noche a la mañana (sería un verdadero terremoto) pues supone una reflexión en profundidad, un vasto debate sobre el futuro, supone incorporar los nuevos paradigmas de la globalización y sacudirse los viejos slogans, contarse las verdades por duras que ellas sean y dejar de trabajar con la utopía de la ruptura. La animación de un tal debate parece ser una responsabilidad insoslayable para todos aquéllos líderes que constituyen la inteligencia india y creen que la mejor traducción de la diversidad étnica está en el pluralismo político y no en un populismo trasnochado o en las concepciones dicotómicas de la lucha de clases, o de indios contra no-indios. Es probable que tales sectores se vean obligados a llegar hasta la ruptura para hacer avanzar una corriente política más realista y creativa en el seno de las dirigencias y de la población indígena, lo cual no sería nada nuevo en la historia de las vanguardias políticas y tampoco una desgracia para los indígenas, al contrario.
- La segunda alternativa es quedarse donde se está: los líderes insisten en la adscripción del movimiento a los viejos paradigmas continuando con el infatigable mecanismo de prácticas a repetición, las cuales se compatibilizan perfectamente con el movimiento circular de las elites. Ello no puede a largo plazo sino terminar por erosionar su caudal político. De no producirse los efectos esperados de las movilizaciones en preparación para el año 2004 (“viraje fundamental de la política del gobierno” o demisión del presidente Gutiérrez), no le quedaría a la CONAIE otro camino que el repliegue sobre posiciones étnicas o de “marginalismo político”, lo que representa apenas una modalidad de lucha en esta segunda alternativa. Es la carta de profundizar el "paralelismo institucional" acordado en la última declaración de programa de la CONAIE, de enero del 2000, es decir una lucha “fuera” del sistema, centrada en los llamados Parlamentos Indígenas y Populares: luchar contra el actual modelo económico (léase políticas neoliberales), luchar contra el actual sistema político (una "democracia secuestrada") y construir una nueva ética luchando contra la corrupción. El objetivo del informal Parlamento central (nacional), y de los parlamentos provinciales y de nivel cantonal, sería el de dictar las normas políticas, económicas y administrativas para los indígenas y para los movimientos sociales que desconocen a las actuales dignidades ejecutiva, legislativas y judiciales.
El paralelismo institucional proclamado equivale a marginar formalmente a las sociedades indígenas y hay que preguntarse qué grado de realismo puede tener esta estrategia cuando, sin pasar por la creación de un Estado dentro del Estado, con Parlamentos informales, más o menos, la población indígena no va a salir de la pobreza acumulada. Por desgracia, la democracia por sí sola no crea riqueza. Por el contrario, una gestión democrática doblada de un modelo de desarrollo adaptado al contexto contemporáneo, abierto a lo internacional y atento a las oportunidades de la globalización, parece más realista que una política de enclaustramiento y de marginalización.